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Silvia Ribeiro*
Del 8 al 10 de marzo de 2018 se realizó el primer encuentro “internacional, político, artístico, deportivo y cultural de mujeres que luchan” en el Caracol Zapatista de la zona Tzotz Choj en Chiapas, México. Convocado por las mujeres zapatistas, acudieron a la cita más de 5000 mujeres de 38 países del mundo, que fueron recibidas por 2000 mujeres provenientes de los cinco Caracoles de todas las zonas zapatistas de Chiapas.
Fue un encuentro significativo, fuerte, emocionante, lleno de contenidos y horizontes. Con raíces profundas que llevan creciendo muchos años, con brotes y ramas que se extienden y entrelazan con muchas otras. En esos días, el mundo se coloreaba de tonos violetas y arcoiris, con movilizaciones y acciones de mujeres en muchas partes del mundo, algunas masivas, otras emergentes, todas marcando a su manera que el patriarcado está en cuestión y no estamos dispuestas a soportar más violencia, discriminación, sexismo, machismo, abusos.
Siendo fundamental, el tema no es sencillo ni tampoco sus manifestaciones. Las compañeras zapatistas que abrieron el encuentro, en la palabra de la capitana insurgente Erika, nos nombraron a todas como un bosque o un monte. “En ese bosque hay muchos árboles que son diferentes. Hay ocote o pino, caoba, cedro, bayalté y muchos tipos de árboles. Y lo sabemos que cada pino o cada ocote no es igual sino que cada uno es diferente. Pero cuando los vemos le decimos monte o bosque. Aquí estamos todas como un bosque. Todas somos mujeres. Pero hay de diferentes colores, tamaños, lenguas, culturas, profesiones, pensamientos y formas de lucha. Decimos que además somos mujeres que luchan. Entonces somos diferentes pero iguales. Y aunque hay mujeres que luchan y no están aquí, las pensamos aunque no las veamos. Y también sabemos que hay mujeres que no luchan, que se conforman, que se desmayan. En todo el mundo hay mujeres, un bosque de mujeres, que lo que las hace iguales es que son mujeres. Como mujeres zapatistas vemos que algo más está pasando. Y es también nos hace iguales la violencia y la muerte. Así vemos lo moderno de este pinche sistema capitalista. Vemos que hizo bosque a las mujeres de todo el mundo con su violencia y su muerte que tiene la cara, el cuerpo, la cabeza pendeja del patriarcado”. (https://tinyurl.com/y7l5gtzn)
Desde el monte nos invitaron para hablarnos, escucharnos, mirarnos, festejarnos. “Podemos escoger” dijeron. Podemos competir entre nosotras para ver quien es mejor, habla mejor, es más liberada, juega mejor al fútbol, o piensa o escribe mejor y al final “veremos que nadie ganó”. O podemos “acordar luchar juntas, como diferentes que somos, en contra del sistema capitalista patriarcal que es quien nos está violentando y asesinando”.
Resonó fuerte, clara y al mismo tiempo dulce la voz de la insurgenta Erika. Una voz que nos dijo, “revuelta con muchas edades, lenguas e historias”, porque habló a nombre de todas las mujeres zapatistas, que desde cada comunidad y caracol, se reunieron por muchos meses para pensar, organizar y trasmitir este mensaje. Por su voz sentimos el sufrimiento de la campesina e indígena que fue sirvienta en la ciudad, sin sueldo, sufriendo mil humillaciones “no sólo de hombres, también de mujeres”, pero que encontró otras con las que se fue formando para rebelarse como zapatistas; sentimos el dolor por las hijas que murieron de enfermedades curables, sentimos el miedo por ser explotadas y más por ser mujeres, ante los atropellos de militares, capataces y patrones. Sentimos también a las niñas, jóvenas y adultas, que crecieron con la resistencia, la guerra y la construcción de autonomía zapatista. Mujeres que antes “solo podíamos morir por ser indígenas, pobres y mujeres, ahora construimos en colectivo otro camino de vida: la libertad, nuestra libertad”.
Mucha diversidad hubo en el bosque de este encuentro, con denuncias, intercambios intelectuales, artísticos, musicales, de teatro, poesía, talleres para aprender desde a cuidarnos en internet hasta nuestros cuerpos y lugares, para construir, pensar y luchar en colectivo desde la diversidad. La gran mayoría de las participantes fueron jóvenas, tanto zapatistas como del resto del mundo. Llegaron también las madres y hermanas de víctimas de feminicidio, desaparecidas, presas, violentadas, las madres de los 43 estudiantes de Ayotzinapa, a quienes las zapatistas y todas les dijimos que no están solas, que seguiremos reclamándolos con vida y por justicia. Moira Millán, mapuche en Argentina, nos hizo conocer las luchas contra la guerra de exterminio contra el pueblo mapuche, que como con los estudiantes de Ayotzinapa parece ser un ejercicio desde el poder para ver hasta donde pueden atropellar a las y los que resisten y de allí seguir con todas. Conocimos luchas de las mujeres de Vía Campesina, contra las transnacionales, en defensa del territorio y por feminismo campesino y popular. Pueblos indígenas de América Latina, Estados Unidos y Canadá, compañeras de movimientos de Black Lives Matter, de Palestina, Marruecos y del Movimiento Sin Tierra de Brasil cerraron con sus reflexiones y saludos este encuentro, que se abrió a continuar el próximo año.
Las zapatistas nos despidieron dándonos una luz para llevar y prender cuando nos sintamos solas, cuando pensemos que la lucha es muy dura, cuando tengamos miedo, pero también para llevarle a las desaparecidas, las presas, las asesinadas, las migrantes, las violadas, las golpeadas, las explotadas. Para decirles que no nos rendiremos, que no están solas, que luchamos con ellas y para que el dolor que cargan no se vuelva a repetir. Para “juntarla a otras luces y prender fuego al sistema capitalista patriarcal”. (https://tinyurl.com/yamc63zg)
*investigadora del Grupo ETC
Publicado en La Jornada, México, 17 de marzo de 2018