La amarga miel de los transgénicos

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Silvia Ribeiro*   Maíces transgénicos Bt de Monsanto están provocando resistencia en los gusanos de la raíz que atacan el maíz, plaga que según la transnacional están diseñados para combatir.  El entomólogo Aaron Gassman de la Universidad del Estado de Iowa, encontró en investigaciones recientes, que las larvas de un escarabajo del maíz desarrollaron inmunidad a la toxina Bt, por la exposición continua a ésta que implican los cultivos transgénicos insecticidas.   Mientras Monsanto dice que es solamente un hallazgo localizado, Tom Philpott, de la revista Mother Jones, analiza los hechos y nos recuerda que es como encontrar una cucaracha en la alacena: aunque sólo veamos una, es señal de que la infestación ya se ha extendido (MotherJones.com, 8 sept 2011).   En efecto, investigadores de la Universidad de Illinois que tienen estudios similares en curso, advierten que el fenómeno se podría estar expandiendo por todo el cinturón maicero de Estados Unidos.  Monsanto, Syngenta, DuPont y otras transnacionales de transgénicos culpan –como siempre– a los agricultores: afirman que si los agricultores respetaran la obligación de plantar un mínimo de 20% del área con maíz no transgénico, esto no hubiera sucedido.  Pero por las dudas, aseguran que ya están desarrollando transgénicos para matar insectos por otras vías. O, como todas ellas están entre las mayores vendedoras de agrotóxicos del globo, recomendarán usar más cantidad de veneno y más tóxico.   Este inminente desastre –la plaga del gusano de la raíz es un problema serio en Estados Unidos y México, por lo que la resistencia podría convertirse en una catástrofe–, se suma al hecho reconocido por las autoridades de los mayores países cultivadores de transgénicos, de que se han generado más de 20 hierbas invasoras (mal llamadas malezas) resistentes al herbicida glifosato, desde que se comenzó con los transgénicos. Algunas, como el amaranto, se han transformado en una “plaga” que hacen inviable los cultivos, porque solo se pueden retirar manualmente. Por ello, en esos países se están aplicando agrotóxicos cada vez más peligrosos, como Dicamba y otros que se habían retirado de los mercados por su alta toxicidad e impactos en la salud y ambiente.   También a principios de septiembre 2011,  el Tribunal de Justicia Europeo, prohibió la venta de miel contaminada con polen de maíz transgénico. El caso lo presentó un agricultor de Alemania, que se contaminó porque sus colmenas estaban a 500 metros de donde el gobierno de Baviera colocó un campo experimental de maíz transgénico Mon810, evento que ha sido prohibido en varios países europeos. Esto ya tiene un impacto contra los exportadores de miel de países como Chile y Argentina, donde hay cultivos de maíz transgénico, que perderán el mercado. El caso muestra que la contaminación es inevitable cuando los transgénicos llegan al campo, incluso tratándose de cultivos experimentales.   Todas las situaciones y daños referidos se aplican a México, ya que existen las mismas condiciones o incluso peores: si en Estados Unidos los agricultores no respetan las demandas de cultivos “refugio”, imaginen como será aquí si se autoriza la siembra comercial.   Sin embargo, el gobierno mexicano, desoyendo los argumentos y recomendaciones de la mayoría de los científicos y expertos nacionales en maíz, así como de cientos de organizaciones indígenas, campesinas, ambientalistas, sociales, sindicales y muchas otras, se empeña, contra casi toda la población, en seguir autorizando siembras experimentales de maíz transgénico –incluso con las mismas variedades que se nombran en este artículo y otras peores–, e insiste en aprobar siembras “piloto”, que no son más que una formalidad para la posterior siembra comercial a gran escala.   La principal razón que arguye para ello, es la necesidad de aumentar la producción de maíz en México, ya que se importa más del 30 por ciento del consumo de maíz en el país.  Si bien esta cifra de importación es real, esta forma de plantearlo oculta datos fundamentales. Para empezar, el maíz transgénico produce lo mismo o menos que el híbrido, aunque es mucho más caro.   Pero además, si se analizan las propias cifras oficiales, México es sobradamente autosuficiente en maíz para alimentar a toda la población e incluso para una buena parte de otros usos, como alimentación animal y otros.   El maíz que se importa es para abastecer la demanda construida por unas cuantas empresas trasnacionales, principalmente para la producción industrial y confinada de aves, cerdos y ganado, que por la forma de cría son una pésima fuente de alimento humano, llenos de diversas sustancias químicas como antibióticos y hormonas. Además esas fábricas son un factor de brutal contaminación de suelos, aire y aguas. Si esa cría animal fuera descentralizada, en pequeña escala y basada en una diversidad de forrajes, alcanzaría el maíz y la producción animal dejaría de ser un problema, sería mucho más sana, dando trabajo y alimento a muchísima más gente,  mientras promueve las culturas, la biodiversidad y la soberanía alimentaria.   En su lugar, la apuesta del gobierno es autorizar la siembra de maíz transgénico de las trasnacionales, para dárselo barato a otras trasnacionales, que se han ido apropiando de cada vez más sectores de la producción alimentaria en México. De paso, contaminar transgénicamente el maíz campesino, lo cual destruirá la miel y muchas otras producciones campesinas y orgánicas.   *investigadora del Grupo ETC