Escalada tóxica en Yucatán

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Setenta organizaciones de apicultores de 24 países, reunidas en la Segunda Conferencia Mundial de Apicultura Orgánica en Chiapas en marzo 2012,  demandaron a las secretarías de Agricultura, de Medio ambiente y de Salud detener las siembras de transgénicos en la península de Yucatán, Chiapas y otras regiones con gran producción de miel, en apoyo a los apicultores de esas regiones. Señalaron que desde 2011, es notable  la disminución de la exportación de miel desde varios países, debido a la contaminación con polen transgénico que impide su comercialización.  La carta enviada con más de 400 firmas, señala que la siembra de transgénicos impacta negativamente la economía de 41,000 familias productoras de miel en el país (La Jornada, Elio Enríquez, 25/3/2012). Los transgénicos están de facto inviabilizando la producción de miel orgánica. Adicionalmente, el uso intensivo de agrotóxicos que conlleva el cultivo de transgénicos,  está afectando severamente a las abejas y la polinización que realizan, elemento esencial para toda la producción agrícola. Sobre el mismo tema, 64 organizaciones de la sociedad civil (campesinos, ambientalistas, consumidores y otras) junto a 102 académicos, investigadores y ciudadanos, enviaron el 3 de abril 2012 una carta a SENASICA (órgano de la Secretaría de Agricultura) y a la Comisión Intersecretarial de Bioseguridad y Organismos Genéticamente Modificados, demandando el rechazo a la solicitud de siembra de 60,000 hectáreas de soya transgénica en la Península de Yucatán, presentada por la trasnacional Monsanto. (Se puede ver la carta en  greenpeace.org.mx <http://greenpeace.org.mx> ) El Juzgado Primero de Distrito de Mérida dictó anteriormente una suspensión a la siembra de 30,000 hectáreas solicitada por Monsanto en 2011, “debido a los daños irreparables que puede ocasionar al medio ambiente y a los riesgos que representa para la salud humana”. La carta, enviada antes del cierre de la “consulta pública” sobre estas solicitudes, señala que el mecanismo de consulta –que solamente es electrónico- no permite hacer consideraciones socio-económicas,  éticas o políticas, lo cual es de alta relevancia en el caso de los transgénicos en general, y en este caso, por su afectación a los apicultores. La producción apícola en la Península de Yucatán es la de mayor volumen en el país, y 95 por ciento de la producción de miel de esa región se exporta. Actualmente, los mercados europeos captan más del 70 por ciento de la producción de miel, pero desde el año pasado, la Unión Europea exige que la miel sea libre de transgénicos o si no cumple tal requisito, que sea etiquetada, lo que significa que los consumidores no la compran. Sobre este mismo tema, Alvaro Mena, de la organización Ka Kuxtal Much Meyaj de Yucatán denunció en febrero en la Asamblea de la Red en Defensa del Maíz, que  desde fines del 2011 se había rechazado un cargamento de miel de productores de Yucatán, debido a que estaba contaminada con polen transgénico. Esa misma miel había sido analizada por Sagarpa, que aseguró que no había problemas, pero el cargamento de 42 toneladas fue rechazado al analizarlo en la Unión Europea. (Ver testimonio en http://vimeo.com/38132867) La carta enviada ahora, señala además que la gran cantidad de químicos que requieren los transgénicos y la vulnerabilidad del acuífero peninsular es otro argumento de peso para rechazar los transgénicos.   Explican que los suelos de la península de Yucatán  conforman un sistema kárstico en que el agua de lluvia llega directamente al subsuelo a través de fracturas en la roca calcárea. “Eso significa que cualquier contaminante llega directa e inmediatamente al acuífero, única fuente de agua que disponemos. La compleja red de ríos subterráneos provoca una amplia diseminación de los agentes contaminantes, los cuales finalmente desembocarán en el mar, afectando también los ecosistemas costeros. No se tiene conocimiento profundo de la dinámica del acuífero pero sí suficiente para considerar su alta fragilidad y el grave riesgo para la salud humana que implica su contaminación por agentes químicos. Esta contaminación por agroquímicos también afecta al suelo, a la flora y a la fauna…” Los cultivos transgénicos significan un aumento exponencial del uso de agrotóxicos, ya que son semillas manipuladas para resistir a los agrotóxicos. El aumento de la concentración de los compuestos y el uso de cantidades cada vez mayores, ha producido resistencia en más de veinte hierbas invasoras de los cultivos en varios países, por lo que lo agricultores utilizan agroquímicos cada vez más potentes y tóxicos. En Argentina y Estados Unidos se ha vuelto a usar agroquímicos que habían sido descartados por su alta peligrosidad, como dicamba y 2,4 D. Este último es un componente del Agente Naranja, tóxico que se usó como arma biológica en la guerra de Vietnam y cuya secuelas aún hoy siguen causando estragos.  Antes esta resistencia de las hierbas invasoras, Monsanto y Dow, ambas productoras de transgénicos, están ahroa desarrollando cultivos resistentes a dicamba y 2,4 D, además de glifosato y otros tóxicos. Además de terminar con la apicultura campesina, con el medio de vida de decenas de miles de familias, imagine lo que sucederá con los acuíferos en Yucatán si se le permite a las transnacionales continuar su escalada de transgénicos.  A cada paso, encontramos más argumentos de que los transgénicos son una amenaza para todos, que solo benefician a unas pocas trasnacionales y que en Yucatán y en todas partes, deben ser prohibidos.  

*investigadora del Grupo ETC

Publicado en La Jornada, México, 7 de abril de 2012