Submitted by Silvia Ribeiro on
Se está realizando en Durban, Sudáfrica, la 17ª Conferencia de las Partes del Convenio Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP17) y por su falta de contacto con la realidad de la crisis climática –y de todas las demás, financiera, alimentaria, ambiental – parece ciencia ficción. Ante la vacuidad de las negociaciones, vuelven a la carga los proponentes de la manipulación climática alegando que ellos sí comprenden que es necesario tomar medidas enérgicas y que por ello necesitan más investigación y recursos en geoingeniería. Todo forma parte del legado de manipulaciones que se hicieron en la COP16, realizada en Cancún, México, el año pasado. El tema más controvertido entre el público es si habrá o no un nuevo período de compromisos de reducciones dentro del llamado Protocolo de Kyoto, cuyo primer período acordado terminará en 2012. Estados Unidos nunca firmó este Protocolo –aunque es parte del Convenio y el mayor emisor global de gases de efecto invernadero del siglo XX; Canadá y otros países que son grandes emisores anunciaron que saldrán y no firmarán un segundo período, aunque las tímidas metas propuestas en el primero no se han cumplido y la crisis climática ha empeorado notablemente. La Unión Europea no quiere aparecer como “irresponsables” y aceptan firmar un segundo período, pero ponen condiciones como no fijar metas vinculantes, sino solamente “promesas”. Los países agrupados en el llamando G77 (son más de 130 de África, Asia y América Latina) presionan por un segundo período, y con Europa podrían alcanzar la mayoría requerida para lograrlo, pero Europa solo firmará si se aceptan sus propias condiciones, sin fijar metas de reducción obligatorias y otras. Es decir, las opciones son que se termine el protocolo de Kyoto, o que continúe como un cascarón sin contenido. En cualquier caso, favoreciendo siempre a los actores que son los mayores causantes de la crisis climática. Para completar, Estados Unidos propone que aunque termine el Protocolo de Kyoto, se continúe con el llamado Mecanismo de Desarrollo Limpio, que es parte del Protocolo y es la base de mercado de bonos de carbono. O sea, terminar cualquier compromiso legalmente vinculante, pero mantener las facilidades para los mercados de carbono. Lo más grave sin embargo, es que con las “promesas” de reducción que han hecho los países más contaminantes desde Cancún, es seguro que el calentamiento global llegará a niveles insoportables en algunas décadas. Según resume Pablo Solón, ex embajador de Bolivia ante la ONU, usando estimaciones del propio Convenio y otras agencias de Naciones Unidas, se garantiza que la temperatura promedio aumentará 4 grados centígrados, lo cual producirá una enorme devastación de ecosistemas claves y tendrá un costo de millones de vidas humanas. Mientras se soslaya el tema fundamental –la necesidad de reducciones reales de emisiones de gases de efecto invernadero, drásticas, en su fuente, y no mediante falsas “soluciones” como los mercados de carbono y otras– se avanzan otras negociaciones que tendrán gran impacto posteriormente, como introducir la agricultura y los suelos a los mercados de carbono. En este contexto, los que promueven la geoingeniería aprovechan para reafirmar que “ante la falta de avance en las negociaciones” y que la crisis climática está cada vez peor, hay que considerar la geoingeniería. El 2 de diciembre, la Sociedad Real del Reino Unido, en conjunto con el Fondo de Defensa Ambiental de Estados Unidos (EDF por sus siglas en inglés) y la Academia de Ciencias para el Tercer Mundo (que sin embargo tiene su sede en Italia), lanzaron en Londres y en Durban un informe titulado “Manejo de la radiación rolar: gobernanza de la investigación”. El reporte afirma que tal metodología, que implica desde blanquear nubes a crear nubes volcánicas artificiales a mega escala para desviar los rayos solares, sería una forma “barata y rápida” para bajar la temperatura planetaria, pero que podría también causar daños tan devastadores como los que se quiere combatir. Por ejemplo, alterar las lluvias y vientos en Asia y África, colocando en riesgo las fuentes de agua y alimentación de miles de millones de personas. Reconocen que conllevan el riesgo de que tales tecnologías sean usadas unilateralmente por algún país o quien tenga los medios y la tecnología. Pese a todo esto que usando el sentido común demuestra que la geoingeniería sencillamente se debe prohibir, el reporte afirma que se debe investigar más para conocerla mejor “y prevenir que se use mal”, o que algunos países poderosos la usen como arma. De qué forma avanzar la geoingeniería prevendría que se desarrolle, no lo explican. Aunque eligieron un foro de Naciones Unidas para anunciar el informe, no recomiendan que las decisiones se tomen en la ONU sino que dan un menú de opciones, obviando que la ONU ya tiene dos moratorias de facto sobre geoingeniería. El grupo que coordinó el informe es financiado por los multimillonarios Bill Gates y Richard Branson a través de sus fundaciones. Ambos son explícitos promotores de la geoingeniería y financian a algunos de los científicos involucrados, que además tienen intereses comerciales en la geoingeniería. Muchos son de Estados Unidos, Canadá y Reino Unido, tres de los países que sabotean cualquier negociación sobre cambio climático, creando así, también en este contexto, una profecía auto-cumplida.
*investigadora del Grupo ETC
Publicado en La Jornada, México, 3 de diciembre de 2011