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En Río+20, los gobiernos pueden crear una Red Ambiental Multilateral más sensible y representativa, o… entronizar un nuevo imperio ambiental
Un despojo global
En el camino circular que lleva de Nueva York a Durban y hasta la próxima “Cumbre de la Tierra” en Río de Janeiro, en junio de 2012, las negociaciones intergubernamentales se mueven entre tres posibles resultados:
- La construcción de un mecanismo de “gobernanza verde” más centralizado, que otorgue privilegio al sector privado y a las instituciones de Bretton Woods para el manejo del ambiente, los recursos naturales (incluida la agricultura) y el cambio climático;
- El implícito establecimiento de una serie de inciertas “tecnologías limpias” como columna vertebral de la “economía verde” (entre las cuales se incluye a la biología sintética, la nanotecnología, la genómica y la geoingeniería) que podrían dominar los recursos naturales del Sur global; y
- La aceptación de un régimen de transferencia de tecnología (de posible resolución en Durban o en Río) para imponer el control monopólico de la industria sobre dichas tecnologías
… o una agenda de la Tierra
En sentido opuesto, los gobiernos y la sociedad civil podrían aprovechar el corto periodo preparatorio para lograr —o al menos avanzar— en cuatro objetivos:
- La construcción de una red ambiental nueva, amplia, participativa y transparente al interior de Naciones Unidas, dentro de la cual los gobiernos del Sur global, respaldados por la sociedad civil, puedan afrontar el amplio catálogo de temas climáticos y ambientales que actualmente son cubiertos por una variedad dispersa de tratados, fondos y oficinas;
- Dar la bienvenida a un reformado Comité de Naciones Unidas sobre Seguridad Alimentaria Mundial (CFS), como organismo gobernante de la alimentación, la agricultura, la política de desarrollo rural y sus respectivos aspectos financieros, así como interlocutor importante dentro de la nueva red ambiental de Naciones Unidas;
- El compromiso dentro de la ONU en 2012 como un elemento central para el desarrollo de economías verdes diversas y apropiadas social, económica y culturalmente, para un proceso de negociación que conduzca a una evaluación internacional de la tecnología, así como a un mecanismo de información que fortalezca las opciones y la soberanía nacionales;
- Afirmar la integridad de la comunidad multilateral por encima de tecnologías dirigidas a impactar el cambio climático por medio del establecimiento de una prohibición legalmente vinculante de todas las formas unilaterales de geoingeniería (no sancionadas por la ONU); o, posiblemente a través de la convocatoria a una reunión temprana de los estados participantes en la Convención de Naciones Unidas sobre Modificación del Ambiente (ENMOD), de 1978 (véase el Anexo 1).La actuales estructuras de gobernanza tanto para el ambiente como para la agricultura dentro del sistema de Naciones Unidas sufren de una falta de coordinación entre sus respectivas instituciones; sufren también de una falta de representación eficaz para la mayoría de los gobiernos participantes; y de una ausencia de involucramiento de la sociedad civil y de los movimientos sociales. Río+20 ofrece una oportunidad real para fortalecer la democracia y la participación de la sociedad dentro del sistema de Naciones Unidas.
La economías genuinamente verdes deben basarse en el uso apropiado de la biodiversidad para la satisfacción de las necesidades humanas y salvaguardar los sistemas planetarios. Los gobiernos y la sociedad civil dan la bienvenida especialmente al fortalecimiento y la formación de economías verdes diversas, centradas en lo local, apropiadas social, cultural y económicamente, pero también animan a las comunidades y a las naciones a explorar activamente las posibilidades de este importante objetivo. Sin embargo, en ausencia de un cuidadoso debate intergubernamental y un extenso involucramiento social, la idea de que una “economía verde” sustentable es el medio para articular y desarrollar los recursos biológicos y de otro tipo del Sur global —en apoyo de sus pueblos y para proteger al planeta— podría convertirse en el mayor despojo global de recursos en más de 500 años.
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